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Karlos Arguiñano es un androide cocinero de la tele adicto al orujo y al perejil que gusta de contar chistes verdes en pleno horario geriátrico mientras hace que millones de marujas de toda España rocen el orgasmo multiple contemplando a un hombre que sabe cocinar.
Mediático y soberanamente aburrido cocinero de recetas ricas ricas para todas las queridas familias y los queridos amigos.
Nació a mediados del siglo XX en un pueblecito llamado Bessamel, con su principal habilidad como filósofo gastronómico, ya que liga a traves de la cocina.
Vecinos de Bessamel afirman que es la segunda version del Robot J.M. Arzac, con un nuevo exoesqueleto y un cuerpo más atlético.
Cursó estudios primarios en los Agustinos de Lazcano, tambien trabajo como chapero en la fabrica de trenes de Bessamel. A finales del siglo XX crea un hotel restaurante en Zarauz y en 1996 inagura una escuela de cocina llamada Al-ala. Desde el 2005 se dedica a vivir bien casi llegando a la época de jubileo en un programa en la cinco llamado Bessamel culo.
Ha protagonizado películas como "El rey de la cocina", "Año Arguiñamo" o Kitchenbag.
Una faceta importante en su vida es la de contar chistes extramalos para ganar audiencia aunque lo que hace es perderla.
Trabaja tambien de cocinero para Felipe V en el Retiro y no hizo nada más importante en su vida.
Presuntamente vasco, en realidad nació en Nairobi (Kenia), aunque investigaciones más recientes han demostrado fehacientemente que su verdadero origen se encuentra en el pueblo andaluz de Lepe, de donde provenía un tatarabuelo segundo por parte de padre que fue expulsado al País Vasco por mala conducta.
De ahí se entiende, claro está, que los tristes chistes que suelta el cocinero entre receta y receta sean de un humor familiar bastante tétrico.
Sin embargo, hay que decir que eso no le quita su orgullo de cocinero vasco con huertecito anexo al restaurante donde cobra un pastón a todo aquel que viene a comer.
Karlos se aficionó a la cocina porque se pasaba el santo día encerrado en ella cuando su familia, aficionadísima al bricolaje, ponía la casa patas arriba con todas sus chapuzas y ensayos de pintura acrílica de color verde. Siendo casi impracticable el pasar de la puerta del pasillo, el chico fue progresando en sus recetas hasta que le encontró el gusto a eso de cocinar, y ahí empezó la actividad culinaria de Arguiñano.
Tras conseguirle un chanchullo en televisión para presentar su propio programa en horario no infantil, empezaron a llover millones sobre los Arguiñano; sus hermanas (no se sabe con exactitud cuántas tiene) venían a comer al restaurante con sus maridos, la gente del pueblo llenaba el comedor cada día, y Eva Arguiñano le ponía a todo menta y más menta (siempre ha tenido esa manía).
Tanto aumentaron los ingresos que a Karlos no le cabían los billetes en el horno (aparte de que ahí se le quemaban y encima le daban sabor de banco a la bechamel), pero eso se solucionó cuando el hombre cayó en el error de aceptar la invitación de un mafioso argentino (cuyo nombre está prohibido revelar) que le invitó (léase obligó a punta de pistola) a irse a Argentina para trabajar a su exclusivo servicio.
Lo malo del caso fue que tanta carne, tanto chuletón, tanto tango, tanto Buenos Aires y tanto pibe terminaron por afectar a la salud de Arguiñano, que cayó en una depresión llamada “síndrome del cocinero de antípodas”.
Además, el pobre añoraba con desespero sus kokotxas y sus Sanfermines de Pamplona.
La oportuna boda del mafioso argentino con una mujer alérgica al perejil facilitó una rápida fuga de Karlos tras su fulminante despido.
Malas lenguas han afirmado, según fuentes fidedignas que ha asesorado la periodista Lidia Lozano, que lo que hizo exactamente Karlos en Argentina es algo muy pero que muy sucio.
Se ve que se le encontraron en los bolsillos del delantal varias deudas impagadas por Manuel Fraga Iribarne a nombre del Club de Gallegos de la Patagonia, que parece que eran asiduos invitados a casa del mafioso los jueves de cada semana (ese día el menú era de pulpo, ternera con tetilla gallega, empanada y tarta de Santiago con el escudo del PP).
Tampoco se aclaró del todo si Eva Arguiñano había tenido otro ataque de histeria por consumo de pastillas de mentol adulteradas, pero lo que sí se sabe es que su hermano lo aprovechó para largarse disimuladamente, lo que no sería mucho de extrañar.
Cabe destacar que por el restaurante de Karlos han pasado personalidades de tan alto nivel que casi no caben ni por la puerta de entrada. Entre estos famosos comensales destacan:
El Pato Donald ha confirmado su reserva para de aquí a tres meses, lo que no deja de ser otra muestra más del prestigio de Karlos entre la comunidad de patos de Hollwood.
Actualmente se sabe también por informaciones del todo fidedignas de Lidia Lozano que Karlos se ha hecho miembro de oro de la Iglesia de la Cienciología por consejo expreso de Tom Cruise, que se ve que un día que fue a comer aprovechó para adoctrinar al cocinero con una teología del perejil que le dejó encantado. Se ve que Karlos también entrega periódicamente paquetes llenos de perejil y algo más al gran gurú de la secta.
En Vascongadas circula desde tiempos inmemoriales una antigua leyenda de la época de los vikingos que afirma que cada tres generaciones, los Arguiñano sufren una histeria congénita causada por el abuso en el consumo de perejil (en los hombres) y menta (en las mujeres).
Esto les obliga a tener que ir a hacer un exorcismo a Zugarramurdi, lugar al que debe acudir también la bruja jefa de la familia Fuster (actualmente, Aramís Fuster).
Cuando acaba el exorcismo, los Arguiñano se van a Lekeitio o a Biarritz a ponerse las botas en los restaurantes de la competencia, para así copiarles las recetas y luego sabotear sus cocinas con platos contraprogramados de mayor calidad: ese es el gran secreto del éxito gastronómico del clan Arguiñano.
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